miércoles, 14 de noviembre de 2012

El valor de arriesgarse.



No sé qué me pasa a mí con las películas animadas para niños, que se dividen en dos categorías opuestas: o me aburren muchísimo o las veo de principio a fin con ojos como platos y me siguen alimentando el corazón y el alma durante días. Me pasa ahora de igual modo que me ocurría de niña. Una de las películas que encajan en la segunda categoría es “Monstruos S.A.”. La vi el otro día por primera vez. Es que no puedo ir al cine y espero a que las emitan en televisión. Si no la has visto no sigas leyendo, o perderá la emoción…
La acción está repleta de puertas. En realidad, podría decirse que gira en torno a ellas. Unas puertas que, selectivamente, son atravesadas por el monstruo adecuado para acceder a la habitación del niño que le teme. Sí, ése niño en concreto que le tiene como objeto de sus miedos y terrores, y no otro. El monstruo la atraviesa confiando en obtener esos gritos de terror tan necesarios en el planeta de los monstruos. Pero sucede un hecho inesperado y los protagonistas, a causa de traspasar esa puerta, se ven abocados a un dilema inevitable: confiar en el otro, o no.  De correr el riesgo de intentarlo surge la fuerza de una amistad que conduce al amigo a hacer proezas de las que jamás hubiera imaginado ser capaz, en pro del amigo. El amor hace posible ese milagro y es eterno. Ya no es necesario el miedo en el mundo de los monstruos, porque descubren algo mejor…




Nuestra historia personal, la historia de nuestros antepasados, la cultura…y ¡el pecado original! nos han hecho temible ese abismo que separa a unos de otros, a  un corazón de otro. El camino hacia el misterio del corazón de un amigo lleva inevitablemente a descubrirle el nuestro y es, en cierto modo, un acto de fe. De fe humana pero, puede serlo también de Fe sobrenatural si descubrimos en cada hermano a Jesús.  Cuanto más vale una amistad más costoso es superar esas crisis de confianza que surgen en su crecimiento. Nos sabemos vulnerables y estamos, en cierto modo en manos del otro, sólo protegidos por el amor. Pero vale la pena, vale muchísimo la pena y podría decirse que es lo mejor de la vida.
Lo mismo ocurre con la puerta de la Fe que sólo podemos atravesar con un acto de confianza sostenido por el Amor de Dios. Sí, ¡vale la pena dar el paso!

Monstruos S.A. Tomas Falsas:

sábado, 10 de noviembre de 2012

LA PUERTA DE LA FE






 El Papa ha  concedido, en este año de la Fe, indulgencia plenaria en las condiciones que se explican en este documento. Tengo que reconocer que me frustra muchísimo no poder acceder a casi ninguna de esas condiciones a causa de mi mala salud. Y, si logro acceder a alguna, va a ser a con unas dificultades muy grandes y en condiciones no de lo más idóneas, ciertamente. No voy a negar que eso me frustra muchísimo y me mortifica también otro tanto. ¡Ni que decir tiene lo que me humillan mis deficiencias y, aún más mis pecados!  De nada de ello me enorgullezco, ni de lo que es imputable a mí, ni de lo que no…

Sin embargo, desde que ando por el mundo desde esta perspectiva de gusano (o sea que comparto la suerte de los caídos), y de eso hace mucho, por no decir casi siempre, me he dado cuenta de la gran visibilidad que se tiene desde aquí cuando se mira bien. Aquí nos encontramos todos, caídos por uno u otro motivo. Aquí estamos todos, encerrados en el mismo pecado de Origen hasta que Jesús nos salva de Él por el Bautismo. Tarde o temprano caemos aquí todos por la enfermedad, la pobreza, el dolor… y aquí es donde "gobiernan" dos señores rivales, casi a sus anchas: la tortura y el amor. La tortura viene de la amargura, del egoísmo, del volverse loco buscando porqués, de la desesperación y la desconfianza en Dios y los hombres…El amor, es de  Dios, y se da mucho por estos lares, más de lo que parece. Abundan en el sufrimiento la fraternidad, la comprensión, la dulzura, la misericordia y, además las virtudes sobrenaturales.
Así es que, por un buen consejo de mi Ángel de la guarda que Dios secundó con su Gracia, se me ocurrió que, en vez de impacientarme, visitaría todas las pilas bautismales en que hubieran sido bautizados los demás y que sí estaban a mi alcance, para rezar por ellos y pedir, en la medida de lo posible y de los planes de Dios, la indulgencia para ellos. Os muestro algunos de mis “trofeos”. En ello estaba cuando, por la calle me encontré el azulejo del Patrón de la Parroquia en la que me bauticé (San Lorenzo), ¿un guiño del Santo?. Un abrazo y feliz año de la fe lleno de bendiciones del Señor. 

                                                            

                                                                                             
Pila Bautismal del Templo del Tibidado (Barcelona)





Detalle



Pila Bautismal de St.Esteve de Ripollet (Barcelona)
















Sant Martí, Cerdanyola (Barcelona)
Sant Feliu, Sabadell (Barcelona)
Azulejo de San Lorenzo en una calle

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