martes, 29 de enero de 2013

La mayor ilusión óptica del mundo



El fenómeno es conocido desde la antigüedad, pero cada persona lo descubre por sí mismo como asombroso. En una cálida noche de verano, el acogedor canto de los grillos acompaña la amena charla que tenemos con los amigos en la terraza mientras cenamos algo refrescante. Nuestra mirada, relajada, vaga y, ahí está: una enorme luna asoma tras la línea del horizonte.

-¡Qué luna tan grande hay hoy!, ¿Cómo es eso?- dice alguien.

Hay dos maneras simples de comprobar que lo que percibimos como una luna más grande no es real, sino la ilusión óptica más grande del mundo.

La primera, enrollar una hoja de papel a modo de telescopio y observar nuestro satélite a su través, aislándolo de su entorno. Inmediatamente la sensación de la gran luna se desvanece.

El segundo método requiere una cámara y algo de técnica fotográfica. Tomando exposiciones a intervalos fijos durante la carrera celeste de la luna, se verifica que su tamaño es siempre el mismo.

Y, en nuestra cena veraniega, comienzan las explicaciones:

-Es por el grosor de la capa atmosférica, igual que tiñe los ocasos de rojo- dice uno.

-Es debido a la refracción por el polvo y otras sustancias en suspensión. Como cuando parece que una cucharita en un vaso de agua está rota- añade otro.

Y así las explicaciones se suceden hasta que alguna deja a todos convencidos o, en cambio se cansan y cambian de tema.

Pero no es un enigma sencillo de resolver. Los científicos han tenido que darle bastantes vueltas antes de encontrar una explicación satisfactoria. Incluso la NASA tiene una página web dedicada a este debate.


“Para la correcta percepción del tamaño de un objeto, es importante disponer también de información correcta sobre la distancia real al observador. El cerebro humano calcula el tamaño de los objetos a partir del tamaño de la imagen proyectada en la retina (el tamaño angular) y del conocimiento disponible acerca de su distancia (ley de Emmert), dado que un objeto más cercano a la retina produce una imagen de mayor tamaño que uno más alejado, el cerebro, empleando la experiencia, interpreta que está más cerca. Como la Luna está siempre a una distancia constante durante la misma noche, el supuesto cambio de tamaño de la Luna dependiendo de su cercanía al horizonte es una ilusión (…)
 

El tamaño real de la Luna en las cercanías del cenit no se percibe correctamente. Todos los astrónomos saben, que la Luna tiene un diámetro mucho más grande (3.476 km), de lo que la ligeramente defectuosa percepción humana permite apreciar. Por esta causa aparece la apreciación incorrecta de la distancia: la enorme distancia (aproximadamente 385.000 km) de la Luna no es perceptible para el hombre, pero la «Luna en el horizonte» parece más lejana que cuando está en lo alto del firmamento. A causa de la presencia de información de referencia (árboles, casas, etc.) junto a la visión de la línea del horizonte y de la ausencia de estas referencias en lo alto hace que el cielo, en el que parecen estar suspendidas la Luna, el Sol y las estrellas, parezca achatado. Dado que en ambos casos el tamaño de la imagen en la retina es el mismo, a causa de la diferente percepción de las distancias parecería más grande la Luna en el horizonte y menor en las proximidades del cenit”.


En este vídeo puede verse muy bien y, aunque está en inglés, basta con las imágenes para comprenderlo bien:




(Vídeo de http://mangasverdes.es/2012/10/26/explicacion-animada-ilusion-lunar/)




Así pues ¡Es sólo una ilusión óptica la que nos hace percibir esas diferencias de tamaño entre la luna en lo alto del cielo y la luna en el horizonte! Se trata de la llamada "ilusión de Ponzo" que también nos hace percibir como de distintos tamaños los dos segmentos amarillos:


 

Mira hacia el frente, ¿a qué parece que viajemos hacia la luna?
 
 
 


Nuestros sentidos físicos, nuestras emociones, nuestro razonamiento…son dones maravillosos que Dios nos ha concedido para nuestra utilidad en el camino de la vida. Gracias a ellos podemos servirle mejor y nos orientan bastante bien. Pero en muchas ocasiones nos engañan con apariencia subjetiva de verdad. Incluso de modo colectivo. Por eso hay que agradecer mucho a Jesús que haya prometido asistir a la Iglesia hasta el fin y que nosotros podamos encontrar solaz en el Magisterio de la Iglesia Católica y en la Fe que profesamos. Así somos como chiquitines subidos a hombros de un gigante y mejoramos nuestra perspectiva, nuestras fuerzas…
¡No seamos, pues, tan necios de querer anteponer nuestros juicios a los de la Iglesia, hacernos una fe a nuestra medida o querer caminar al margen de nuestra Madre y Maestra!


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